Este proyecto nace del deseo de interpretar visualmente un conjunto de haikus escritos por Concha Iborra para su sobrino Carlos, un joven de 17 años que halló la muerte de su propia mano.
Es un proyecto que combina poesía, fuera de su espacio habitual, y fotografía. Cada una de las composiciones poético-fotográficas es un emocionado recuerdo de Carlos, un instante de vida en fuga.
El principal enemigo del amor es el tiempo, lo que se pretende con esta iniciativa es detenerlo, parar de forma simbólica las manecillas del reloj y suspender la posibilidad del olvido.